Hablar del duelo nunca es fácil, pero nuestra compañera Virginia Bejarano lo hace con una sencillez y calidez que reconfortan. “El duelo implica adaptarse a una realidad que no has elegido”, nos cuenta. Y es cierto: perder a alguien querido no solo implica lidiar con la ausencia, sino también con los cambios que esta trae a nuestra vida diaria, a nuestras rutinas, a nuestras emociones.
“El dolor no es el enemigo”
“Sentir dolor es completamente normal cuando hemos perdido a alguien”, explica Virginia. “El problema es cuando el dolor se queda y nos paraliza”. En su enfoque conductista, trabaja para que las personas puedan identificar estas conductas que, aunque comprensibles, no las ayudan a avanzar. ¿Un ejemplo?
“Dejar de ir al gimnasio porque ibas con esa persona. Puede que evites el lugar por el dolor, pero también puede ser una fuente de bienestar que necesitas recuperar.”
Cuando el duelo llega al trabajo
El impacto del duelo no se queda en casa; a menudo afecta también el rendimiento laboral.
“La fatiga, la falta de concentración, el aislamiento… todo esto puede influir en cómo nos desempeñamos en el trabajo”
Desde los Programas de Apoyo al Empleado (PAE), se busca ayudar a las personas a procesar el duelo de manera sana, sin exigirles que estén al 100% en un momento tan complicado.
“No se trata de no sentir, sino de encontrar el equilibrio.”
Virginia utiliza una metáfora simple pero poderosa:
“El dolor es como el piloto rojo de la TV: siempre está ahí, pero no podemos estar conectados a él las 24 horas del día”.
En sus sesiones, anima a las personas a permitirse pequeños ratos de desconexión del dolor, a cuidar su alimentación, su descanso y su entorno social.
“Recordar a quien hemos perdido es importante, pero también lo es seguir conectados con la vida.”
El duelo es un camino personal, pero no tiene por qué recorrerse en soledad. Acompañar es cuidar.